¿Y si la mafia del Medicare fuera cubana?
Sur de la Florida: clínicas, doble apellidos y millones robados en un fraude que huele a algo conocido.
Hoy lunes 30 de junio, el Departamento de Justicia anunció el mayor operativo contra el fraude al sistema de salud en la historia del país. Más de 300 acusados. Pero cuando revisé los detalles, mi atención regresó, inevitablemente, a mi propio vecindario: Miami-Dade y Broward.
Y es ahí donde empiezan las coincidencias… que ya no parecen coincidencias.
Apellidos conocidos, esquemas calcados
Jorge Luis Almansa, 53 años, de Pompano Beach. Acusado junto a Christian Cruz, alias “Chris Cruz”, de facturar más de $11 millones por equipos médicos innecesarios a través de su empresa Brace Yourself. Los doctores que firmaban esas órdenes nunca vieron a los pacientes. Algunos ni sabían que sus firmas estaban siendo usadas.
Ismaray Álvarez Larzabal, 38, Cape Coral. Lavó más de $600,000 provenientes de un esquema de fraude con equipos médicos duraderos. Usó su empresa de remodelaciones —sí, de remodelaciones— para mover el dinero.
Noris Artola y Ailyn Francisco, ambas de Miami. A través de una farmacia, cobraron casi $800,000 por medicamentos que nunca se entregaron. El Medicare Part D fue la víctima, y los beneficiarios, apenas un número en la hoja de facturación.
Jose Ramón Chang Moreno, 38, también de Miami. Facturó más de $9 millones por productos de cuidado de heridas que nadie necesitaba. Cobró casi $5 millones antes de que lo descubrieran.
Sergio De La Noval y Ernesto Dávila, operaban clínicas de salud mental donde pagaban a pacientes para asistir y facturar por servicios de “rehabilitación psicosocial”. El esquema les produjo más de $1.2 millones.
Lazaro Delgado, Eduardo Tieles Ruiz, Damary Méndez, Marlen Veliz Ríos, Juan Carlos Cardella, Onel Márquez Rodríguez… la lista sigue. Todos del sur de la Florida. Todos con algo en común: sus nombres suenan familiares, y sus métodos también.
¿Coincidencias culturales o red estructurada?
No tengo pruebas de que todos sean cubanos. Pero los nombres, los apellidos, los acentos que uno escucha en las cortes, en las grabaciones filtradas, en los cafés donde algunos se sienten intocables... todo apunta a un patrón que no se puede ignorar.
Las clínicas aparecen de la noche a la mañana. Los pacientes —muchas veces personas vulnerables, ancianos, sin familia— son apenas un trámite. Las recetas se firman sin revisión. Los reembolsos llegan. Y los carros de lujo aparecen en los stories de Instagram.
Todo es tan familiar. Tan “de aquí”. Tan cubano en su lógica del “resuelve”, en su celebración del vivo, en la narrativa del que le gana al sistema porque el sistema “ya nos jodió primero”.
¿Estamos frente a una mafia médica criolla?
Hay quienes me dirán que es injusto señalar una comunidad entera. Que el fraude es universal. Y es cierto. Pero cuando el 80% de los acusados en un distrito específico tienen patrones culturales comunes, es imposible no mirar más de cerca.
No es racismo. No es prejuicio. Es observación. Es periodismo.
Es, también, una alarma: el fraude se ha institucionalizado. Ya no se esconde. Se presume. Se comparte en chats. Se enseña. Se escala.
Tal vez no tengamos aún la gran foto, pero tenemos los trazos.
Tal vez no podamos decirlo en voz alta… pero todos en el sur de la Florida lo sospechamos:
La nueva mafia médica habla español. Y en muchos casos, habla cubano.
Después todos se fugan pa Cuba hace anios investigadores nos decían que ellos pensaba que se les entrenaba en Cuba por el
Gobierno Cuban creo que nunca se comprobó.