“Conmigo, sinmigo o sin ellos”: La ruptura final de América TeVé se grabó al aire
Cuando el enemigo no está al otro lado del mar, sino sentado a tu lado. La caída de América TeVé no fue transmitida. Fue grabada a escondidas y explotó desde adentro.
Lo que se escuchó no fue una discusión. Fue un colapso. Un audio filtrado —robado, para ser más precisos— entre Carlos Vasallo y Juan Manuel Cao ha revelado lo que muchos sospechábamos y pocos se atrevían a decir: América TeVé no fue cerrada por falta de audiencia ni por presiones económicas. Fue implosionada desde dentro, con traiciones susurradas por los pasillos y egos inflamados ante el silencio del otro.
La conversación no fue al aire. No fue parte de ningún segmento ni se transmitió por decisión editorial. Fue grabada a escondidas. Fue filtrada con alevosía. Fue la última traición. El audio apareció como un virus silencioso: sin firma, sin contexto, pero con una claridad brutal. Y así se escuchó, sin maquillaje:
“Yo no puedo permitir que se me regañe como a un niño. No se lo permití ni a Fidel Castro. No se lo permito a nadie.”
“¿Qué he hecho yo hoy? Preguntarle a Adriana Navarro cuánto tiempo llevó a en Nápoles…Nada más.”
“Yo he dejado que ustedes inviten a quien quieran. Nunca he intervenido. Nunca.”
En esos fragmentos hay algo más que orgullo herido: hay una grieta emocional que ya era irreparable.
Pero más allá del cruce verbal, la existencia misma del audio es un escándalo mayor. ¿Quién lo grabó? ¿Quién lo filtró? ¿Con qué fin? La respuesta es clara: alguien muy cerca, alguien con acceso, alguien sin escrúpulos.
Esto no fue un accidente. Fue una operación interna, digna de manual de inteligencia barata. Lo que antes fue una trinchera del exilio cubano se convirtió en un nido de sospechas, donde cada palabra podía ser usada como bala.
En su etapa final, América TeVé fue secuestrada por personajes turbios que hablaban de libertad mientras usaban el canal como lavadora de imagen. Clarias disfrazadas de comunicadores, garrapatas del castrismo maquilladas de activismo, y operadores con manos sucias que jamás debieron haber tenido un micrófono.
El castrismo no solo dejó huellas en La Habana. Dejó residuos en Miami. Y en los últimos años, esos residuos se sentaron frente a las cámaras, con ropa limpia y acento afilado, para vendernos el mismo cuento, pero con bandera diferente.
América TeVé terminó replicando los vicios del sistema que juraba combatir: vigilancia, manipulación, culto a la personalidad, y guerra interna entre supuestos aliados. La bestia dejó marca. Y esa marca aún se pasea por la Calle Ocho.
Escuchar ese audio da vergüenza. No solo por los gritos. Por lo que revela. Por cómo desviste a una empresa que quiso ser bastión del exilio, pero que terminó siendo espejo del sistema que decía combatir.
Y sin embargo, hay algo que podemos afirmar con fuerza:
Lo único bueno del colapso de América TeVé es que sus micrófonos ya no servirán más para la propaganda cubana disfrazada de exilio y libertad.
Se acabó —por ahora— la tribuna para infiltrados, doble agentes, descarados, ladrones de Medicare, operadores de NGO truchas y estafadores en guayabera que se hacían pasar por empresarios decentes.
Y eso es bueno.
A Juan Manuel Cao, amigo entrañable y voz histórica del exilio, le doy el beneficio de la duda. Su trayectoria merece respeto. Pero también merece protección: porque, en medio de tanta podredumbre, ser bueno no basta si no sabes a quién tienes al lado.